Caminaba cogido de su mano, mamá, ¿verdad que mañana se habrá acabado el día de hoy?
Con gesto de indiferencia respondió: Claro, hijo, claro…
Con gesto de indiferencia respondió: Claro, hijo, claro…
Ayer por la calle me topé con esta estampa, aparentemente normal, tan normal que me hizo recapacitar y por tanto rellenar una nueva entrada.
¿Quién es el guardián del tiempo? ¿Quién suelta o amarra la correa que le da velocidad?
Cierro los ojos y con nostalgia recuerdo aquellos días en que aun se me permitía ser un niño. Caprichoso es aquel hombre al que llaman “Tiempo”. Cuando era pequeño me pasaba todo el curso contando los días que faltaban para mi cumpleaños. La cuenta atrás de las vacaciones de verano, la llegada de las navidades… Soñaba con ser mayor y el tiempo pasaba lento y pesado. Hoy soy incapaz de sostenerlo entre mis dedos, sin más se escapa impasible a mi deseo por atarlo y no dejarlo correr. ¿Me estaré haciendo mayor?
Aquellas tardes de verano en las calles del barrio, mis amigos del pueblo, los días de otoño y su incansable recogida de castañas, mi primer beso…
Entonces no existía el peligro. Los columpios eran de hierro y no entendíamos de homologaciones ni suelos de caucho. Un patinete era la mejor lanzadera. Sobre mis rodillas desnudas, heridas, y sobre éstas una nueva. Nada importaba. Un balón, unas canicas, unas chapas y mi inseparable tirachinas que un día mi abuelo me fabricó y que yo llevaba orgulloso como si fuera mi más preciado tesoro.
La semana ates a San Juan éramos todos ingenieros, arquitectos o aparejadores, los mejores, sin duda. Nos juntábamos para fabricar nuestros arcos de San Juanito. Dijese lo que dijese el jurado el nuestro era el mejor.
Entonces no existía el peligro. Los columpios eran de hierro y no entendíamos de homologaciones ni suelos de caucho. Un patinete era la mejor lanzadera. Sobre mis rodillas desnudas, heridas, y sobre éstas una nueva. Nada importaba. Un balón, unas canicas, unas chapas y mi inseparable tirachinas que un día mi abuelo me fabricó y que yo llevaba orgulloso como si fuera mi más preciado tesoro.
La semana ates a San Juan éramos todos ingenieros, arquitectos o aparejadores, los mejores, sin duda. Nos juntábamos para fabricar nuestros arcos de San Juanito. Dijese lo que dijese el jurado el nuestro era el mejor.
Abro los ojos.
Hoy, con tristeza y muy orgulloso puedo presumir que mi generación fue la última que jugó en la calle.
Me pregunto. ¿De verdad mañana se habrá acabado el día de hoy?
Hoy, con tristeza y muy orgulloso puedo presumir que mi generación fue la última que jugó en la calle.
Me pregunto. ¿De verdad mañana se habrá acabado el día de hoy?
5 comentarios:
Magnifico Fertxu
Y tiene toda la razón...sabias palabras!
Cuanta razón tienes, esos recuerdos de esas largas tardes en al esplanada, con un balón y unas chapas, como podiamos estar horas y horas ajenos de los males del mundo, sin mas preocupación que no ensuciarte demasiado por la bronca al llegar a casa. Me encantan nuestras generaciones, haciamos cosas de niños, lo que eramos. No como ahora, que pasan de bebés a semiadolescentes, la magia del juego se ha perdido y con ella las cosas que nos hacían grandes.
Pero buenooooooooooooo jajajajja vaya sorpresa la que me he llevado joer, no sábía nada de que tú también andabas por aquí, que guayyyyyyyyy jejejeje.
Ahora mismo te hago sitio entre mis favoritos.
Besitos
Me uno al comentario de Pilar, sorpresa el que estés por aquí, pero sobretodo sorpresa la que me he llevado al leerte, ni imaginarme que escribías así.
Me ha gustado mucho el blog y la forma de escribirlo. No lo dejes.
Muchas felicitaciones y mi enhorabuena.
Cris.
Fertxu guapísimo, no tenía ni idea de que tenías este blog.
La verdad, no me imaginaba que escribieras así, enhorabuena.
Te agrego a los contactos de mi blog.
No cambies nunca, please.
Besos.
Alba.
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