EL COLOR DE LA LUNA

-¿De qué color es la tristeza? Preguntó la estrella al cerezo.
- Es del color que toma el mar al acostarse el sol en su regazo. Un color azul oscuro, salvaje.
-¿De qué color son los sueños?
-Los sueños son del color del crepúsculo.
-¿De qué color es la alegría?
-Del color del mediodía, mi pequeña estrella.
-¿Y la soledad?
-La soledad es de color violeta.
-¿Y el cariño? Olvidaba preguntarte de qué color es el cariño.
-Del color de los ojos de Dios. Respondió el árbol.
-¿De qué color es el amor?
-Del color de la luna cuando hay luna llena.

ALKYONI PAPADAKI

sábado, 28 de junio de 2008

UN TRANSEÚNTE EN LA LUNA


Deambulando por aquel largo pasillo escuché su llanto. Sin permiso, abrí la puerta de su habitación y entré…


Hoy, esta nueva y tardía entrada se la dedico a una persona muy especial.

Lloraba porque un “cuerdo” se atrevió a llamarla loca.


¿Qué podía hacer yo entonces? ¿Cómo conseguir de nuevo una sonrisa de sus labios?

Por mi mente volaban decenas de frases que alguien osadamente había dicho antes. Se prometía Calderón de la Barca un día que no hay loco de quien algo no pueda aprender un cuerdo. ¿Y Chamfort? Gritó a los cuatro vientos que hay más locos que cuerdos, y en el cuerdo mismo hay más locura que cordura. O Chestertón cuando aseguraba que un loco es el hombre que ha perdido todo menos la razón.

En todo caso, daba igual. No sabía cómo hacer para consolarla. Mirándola a los ojos sentía rabia al contemplar como aquella despiadada criatura había arrugado su frágil e indefenso corazón.


Curiosa es la forma en que unas simples palabras pueden hacer tanto daño. Gente, solo gente hecha de chatarra y cartón. ¿Queda alguna persona de verdad en este mundo?

Debido a los acontecimientos declaro con firmeza y públicamente mi locura. Sí, de esto estoy totalmente seguro, pues para nada quiero parecerme a aquellos que se hacen llamar cuerdos.

¡Reír, saltar, gritar, amar, sentir, llorar, cantar, soñar, enloquecer! Vivir…

No soy más que un transeúnte en la Luna y con frecuencia te añoro.

No hay cuerdo que no necesite un loco en su vida.

miércoles, 18 de junio de 2008

AYER


Caminaba cogido de su mano, mamá, ¿verdad que mañana se habrá acabado el día de hoy?
Con gesto de indiferencia respondió: Claro, hijo, claro…

Ayer por la calle me topé con esta estampa, aparentemente normal, tan normal que me hizo recapacitar y por tanto rellenar una nueva entrada.

¿Quién es el guardián del tiempo? ¿Quién suelta o amarra la correa que le da velocidad?


Cierro los ojos y con nostalgia recuerdo aquellos días en que aun se me permitía ser un niño. Caprichoso es aquel hombre al que llaman “Tiempo”. Cuando era pequeño me pasaba todo el curso contando los días que faltaban para mi cumpleaños. La cuenta atrás de las vacaciones de verano, la llegada de las navidades… Soñaba con ser mayor y el tiempo pasaba lento y pesado. Hoy soy incapaz de sostenerlo entre mis dedos, sin más se escapa impasible a mi deseo por atarlo y no dejarlo correr. ¿Me estaré haciendo mayor?

Aquellas tardes de verano en las calles del barrio, mis amigos del pueblo, los días de otoño y su incansable recogida de castañas, mi primer beso…
Entonces no existía el peligro. Los columpios eran de hierro y no entendíamos de homologaciones ni suelos de caucho. Un patinete era la mejor lanzadera. Sobre mis rodillas desnudas, heridas, y sobre éstas una nueva. Nada importaba. Un balón, unas canicas, unas chapas y mi inseparable tirachinas que un día mi abuelo me fabricó y que yo llevaba orgulloso como si fuera mi más preciado tesoro.
La semana ates a San Juan éramos todos ingenieros, arquitectos o aparejadores, los mejores, sin duda. Nos juntábamos para fabricar nuestros arcos de San Juanito. Dijese lo que dijese el jurado el nuestro era el mejor.

Abro los ojos.
Hoy, con tristeza y muy orgulloso puedo presumir que mi generación fue la última que jugó en la calle.
Me pregunto. ¿De verdad mañana se habrá acabado el día de hoy?

lunes, 16 de junio de 2008

POR FIN LUNES


Hermoso y odiado lunes.


Mensajero del trabajo y la rutina; del estrés, los agobios y las malas caras; autor de una nueva semana.

Ya queda menos. Cada día es especial, no importa cuál sea su nombre o qué lugar ocupe dentro de un calendario.

Hace casi una semana escribía mi primera entrada pidiendo ayuda. Cuál fue mi sorpresa al contemplar como al final no “sople solo”. Gracias.

Ahora toca esperar. Estoy a un paso de mis deseadas vacaciones. Illa de Ons. Pronto pisare tus costas. Este año si. Quizás triste regreso, tal vez vaya solo. En mi último viaje me acompañaba la persona a la que amaba y a la que alguna vez entregué mi vida.
Quién sabe…
Un día deje allí un trocito de mi alma. Entre sus piedras, sus acantilados, sus bosques y su arena. Lo hice con la condición de volver cada año como un padre regresa cada noche a su casa y contempla orgulloso a sus hijos crecer. Tal vez vaya solo, tal vez…

En fin, llegó el verano… Juntos de nuevo. Risas en el parque, alguna que otra cañita bien fría para aliviar el sol de julio; ríos, piscinas, fiestas y… Trabajo, otra vez trabajo.

Bello y aborrecible lunes.

jueves, 12 de junio de 2008

EL ALMA DEL GUERRERO


Pensé que tardaría tiempo en escribir y veo que ya tengo algo que contar.


Qué difícil es mirar más allá del horizonte cuando el firmamento está nublado…
El largo paso de los años por mi corta e insignificante vida, me acabó enseñando que el cielo siempre es y será azul. Por muchas nubes que quieran poblarlo. Esa batalla siempre la gana el viento, las nubes se irán. Él es capaz de borrar todas las huellas.
Hasta el alma de un guerrero ansía la paz. Es por ello que titulé así mi primera entrada.
Hoy busco la paz. Os necesito. Pero os necesito a todos por igual y os quiero tal y como sois. Creo que ha llegado la hora de soplar, todos juntos otra vez y hacia el mismo lado.
De norte a sur no conocí jamás un grupo de amigos como el nuestro. El caprichoso destino me hico conocer a quizás miles de personas. Nunca en mi camino me tope con gente tan maravillosa como vosotros, mis hermanos.
Se acerca el verano. Todas las mañanas tengo la suerte de poder abrir mi ventana y respirar aire fresco, levantar la vista y contemplar la mayor hermosura de mi tierra que es su sierra.
Pronto estaremos juntos otra vez.

No sé si debo tener yo el honor de ser el portador de la paz aquí. Pero la verdad, os quiero tanto que no me dejáis más remedio. Por favor, pensad por un momento en lo que un día fuimos y en lo que sin querer nos estamos convirtiendo.
Hoy soplo solo y necesito ayuda.
¿…Vendréis?