EL COLOR DE LA LUNA

-¿De qué color es la tristeza? Preguntó la estrella al cerezo.
- Es del color que toma el mar al acostarse el sol en su regazo. Un color azul oscuro, salvaje.
-¿De qué color son los sueños?
-Los sueños son del color del crepúsculo.
-¿De qué color es la alegría?
-Del color del mediodía, mi pequeña estrella.
-¿Y la soledad?
-La soledad es de color violeta.
-¿Y el cariño? Olvidaba preguntarte de qué color es el cariño.
-Del color de los ojos de Dios. Respondió el árbol.
-¿De qué color es el amor?
-Del color de la luna cuando hay luna llena.

ALKYONI PAPADAKI

viernes, 17 de octubre de 2008

SUFICIENTEMENTE HERMOSO


Colgué el cartel de no molestar en el pomo que me abre.

Me senté despacio en una de las nubes que pueblan el techo de mi habitación. Desde aquí arriba se ve mejor mi cama.

Estoy allí. Justo debajo, tumbado, durmiendo plácidamente mientras espero que el inagotable reloj dé la alarma avisando de que el sol vino a visitar mi ventana.

Poco a poco, la suave luz del amanecer invade con descaro mi cuarto. Tal vez anoche olvidé bajar la persiana, tal vez mirando embobado a la luna me quedé dormido en su regazo.

Y caigo, caigo sobre mí mismo. Abro los ojos, desconecto el despertador y busco en el hueco que queda en mi colchón a mi amada Soledad. Ya no está, debió madrugar más que yo y se marchó temprano. En fin, desaparecieron las nubes que surcaban el cielo de mi alcoba.

Vaya… Hoy, soñé conmigo…

Estoy confuso, me siento preso de mi propia locura y me alegro. Yo no quiero parecerme a ellos.

¡GRITO! Luego… Silencio y rio de nuevo.

Hoy quise regalarte una palabra hermosa. Pensé durante un rato y la encontré.

“Quédate”.

¿El resto del día?

Bien, como siempre la verdad. Corriendo de un lado para otro. Naufragando en mil vasos de agua. Comiendo rápido y haciendo volar mi coche para llegar a tiempo al trabajo. Reuniones, ventas, crisis, reuniones…

Por la noche…

Velitas, postre y mantel nuevo. Soledad llegó a tiempo para cenar.



POSDATA: A todos aquellos que añoran, a todos aquellos que creen, a todos los que se sienten vivos. A aquellos que a veces les da por soñar.

¡QUEDATE!

sábado, 11 de octubre de 2008

TROCITOS DE MÍ


Y en mi corazón, un batir de alas sobre un horizonte rojizo. Allí, donde la luna y el sol juegan al amor. Allí, al final del día, donde los suspiros son de color malva.

Desperté pensando en esto.

Me sentí duende y sonreí…

Un golpe de viento hizo girar la veleta que hay en mi tejado.

Tal vez comprendí que hoy era el día.

¿Tal vez?

Nervioso, busqué al otro lado, nada.

El suelo que pisaba, seco, polvoriento y vacío.

Miré dentro, muy dentro, tanto que ensordecí con mi latido.

Reí como un niño.

¿Felicidad?

Aun no lo sé. Recuerdo seguir sonriendo.

Cogí mi cristal y dibuje en él un sueño. Era tan hermoso…

¡Qué bello es vivir cuando te sientes vivo!

Luz, magia, soñar despierto, vivir un sueño, despertar vivo y seguir soñando.

Tal vez comprendí que hoy era el día y reí como un niño.

martes, 7 de octubre de 2008

SU VIEJA CHAQUETA MARRÓN


Chsssss… Él siempre habla en bajito...

Conocí a un señor cuando yo era aún muy pequeño. Creo que apenas tenía uso de razón, pero bueno, que más da, tal vez todavía no lo tenga.

Mi amigo no es de aquí, pero puntualmente regresa todos los años. Siempre llega en silencio, sin hacer ruido. No entiendo porque me sigue sorprendiendo, por suerte, nunca falta a la cita.

Es ya muy mayor, aunque su pelo aun no llegó a cubrirse de blanco. Desde que era un niño le recuerdo entrar en mi casa con un maletón enorme lleno de recuerdos para todos, su sombrero granate y su vieja chaqueta marrón.

Hoy, desperté muy temprano. Al levantar la persiana pude contemplar como el cielo lucía de color grisáceo, daba igual. ¡Abrí de golpe la ventana y respiré con fuerza! Olor a tierra mojada…

Los bosques empiezan a ponerse su mejor vestido, se adornan de ocres rojizos y colores casi dorados. Se recogen. Se despiden hasta la primavera que viene. Tal vez este año también haga frio…

Sin duda, es una época muy entrañable. Pasado el verano, las familias se juntan de nuevo al calor del hogar. Atrás quedan ya las horas en la playa, los atardeceres en compañía de las risas de mis amigos. Las mangas cortas y las sandalias…

Los ancianos se empaquetan en sus abrigos. Mientras, con nostalgia, cuentan que cuando eran niños recogían leña para alimentar sus chimeneas y sus braseros de cisco.

Los paraguas se ponen de moda y los viejos castaños tiemblan al ver que las hordas de jovenzuelos aún no han perdido la vieja costumbre de saquearlos a pedradas.

Hoy, por la ventana veo llover. Mirando los campos ya agostados creo escuchar a todos esos árboles vestidos de gala como dan las gracias al cielo por saciar su sed.

Las aceras se cubren de hojas mientras mi madre refunfuña porque hace frío.

Yo, aquí, desde mi ventana, sonrío. Hoy regresa un viejo amigo.

Querido otoño, eres más que bienvenido…

sábado, 4 de octubre de 2008

LA SONRISA DE UN HADA


Más o menos ha pasado una semana. Llevaba un mochilón enorme y embarqué en un viejo autobús de dos pisos.

Destino…

Muy lejos de casa.

Sobre mis riñones doloridos, pesaban las horas del casi eterno viaje que me llevaba con la mente puesta en llegar a un lugar llamado Gaya Nuño.

Sin saberlo, muy cerca de mí, justo en el piso de arriba, viajaba ella.

Un hada.

Una de las de verdad, una de las que tanto había oído hablar cuando era pequeño. De esas que están cargadas de magia y su mirada puede iluminar hasta el día más oscuro. Es capaz de embriagar de felicidad el alma más seca y rancia solamente con su sonrisa. Ella tiene alas, sabe hacerte volar y llevarte a sitios que aun no han sido escritos pero con los que todos alguna vez hemos soñado.

Yo siempre creí en ellas. Todos esos cuentos que leí y me contaron cuando era pequeño…

Anoche, sin ir más lejos, vino a visitar mi habitación. Yo, ajeno a esa reunión dormía plácidamente soñando tal vez con sus palabras.

Sentada al borde de mi cama habló en bajito, susurrando mientras velaba por mi reposo.

Al despertar, la suave luz del amanecer invadía mi cuarto. Una ligera brisa matutina entraba por la venta que al marcharse dejó entre abierta, enfriaba la punta de mi nariz haciendo que me acurrucara entre mis sabanas.

En mis labios, una sonrisa.

Y allí, en el cristal empañado que utilizo para dibujar mis sueños, un mensaje de despedida en el que se leía claramente. “Un besito :D”.

Anoche, alguien me explicó que los sentimientos no tienen explicación.

Anoche soñé con todo esto.

Tal vez.

No hace mucho, conocí a un Hada.