
Béjar, 9 de octubre de 2009, 8:15 am:
Mi despertador, haciendo alarde de su poder, deja bien claro cuál es su jurisdicción aplicando sobre mis oídos lo que los juristas llaman “ius puniendi”.
Más cansado que anoche, me levanto haciendo sonar todos mis huesos mientras me estiro. Abro la cortina y rechazo con descaro la provocadora insinuación de mis sábanas, sin duda, sus brazos, a estas horas, son mucho más acogedores que los de mi justa y necesaria ducha matinal.
El cristal de mi ventana contempla desde mi habitación un bosque de castaños y álamo blanco.
Hoy descubro un cielo gris y un paisaje típico de este mes. Sonrío, pues de reojo, cómplice de mí mismo, miro la foto que nos hicimos juntos este verano. Estas tan guapa… Y tan lejos…
¿Recuerdas cuando nos conocimos? Yo apenas tenía trece añitos, cariño, tu diez. Vaya, parece que el tiempo nos ha hecho mayores. ¿Qué será de nuestro futuro?
Tal vez, un día me decida a vender mis montes y mudarme para siempre a tu mar.
Tal vez…
Entras en mi memoria como una brisa de verano, yo te añoro, mientras, espero a que llegue el invierno…